España

Bambi se ahogó sin surfear el 'tsunami'

  • Desde el atentado de 2004 al caos económico de 2011, las dos legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero siguen provocando división de opiniones

José Luis Rodríguez Zapatero, en 2011, el día que anunció el fin de ETA.

José Luis Rodríguez Zapatero, en 2011, el día que anunció el fin de ETA. / Reuters

El azar, lo fortuito, un tiempo que transcurre caprichosamente, atrás y adelante, y una apariencia del espacio más líquida que sólida... Así ocurre a menudo en los cuentos de Borges. José Luis Rodríguez Zapatero podría haber sido un personaje de Borges, su autor predilecto, si el escritor argentino se hubiera dedicado a la ficción política. O al drama clásico. Le ganó inopinadamente la Secretaría General del PSOE a José Bono por menos de un puñado de votos, llegó antes de tiempo a la Moncloa después del atentado del 11-M y la abandonó atropelladamente cuando el crac inmobiliario se había transformado en financiero y económico y corporeizado en laboral y social. Desde la catástrofe repentina de 2004 al caos reinante de 2011, fueron dos legislaturas con ejes espaciales y temporales para cada gusto: de audacias, para unos, o de temeridades, para otros; de talante o de cinismo, de visionario o de impostor, según para quién; de libertades, derechos y avances o de aboliciones, deudas y retrocesos, depende de cada cuál.

El fin de ETA y la ley de partidos

Zapatero ha sido un ejemplar modelo de jarrón chino. Alejado de la política nacional más de una década, volvió en la campaña electoral del 23-J con otro semblante, más mixtolobo de drama rural que el cervatillo Bambi de los dibujos animados. Aprovechó una entrevista en la Cope para reivindicar su legado y el PSOE de Pedro Sánchez no perdió del todo las elecciones. E insistió en ETA, cuyo fin llegó bajo un Gobierno presidido por él. "Es la primera vez que España no sufre violencia política en dos siglos", dice Zapatero en El legado progresista, libro de Manuel Sánchez (Ediciones B), y sin nada a cambio, subrayó en la entrevista de Carlos Herrera. ETA se quedó sin tiempo en 2011, en octubre, con las elecciones ya convocadas, cuando el tiempo de su mandato había dejado de contar hacía rato. Zapatero recuerda apesadumbrado cómo era un verdad asumida que habría honores vitalicios para el Gobierno que sometiera a ETA. La gestión de aquel Gobierno, con Pérez Rubalcaba y Eguiguren en los puestos de mando, fue principal; también la ley de partidos aprobada durante el Gobierno del PP. Fue la sociedad entera, la democracia entera, como también asume el ex presidente, "pero bajo mi Gobierno", insiste en recordar.

Lo social y lo 'woke'

Sostiene Zapatero en el libro de Manuel Sánchez que siempre le interesaron más los hechos que el mando, que ha estado más cerca de lo mundano del BOE que de lo sublime del palacio. "He procurado ejercer el poder con decencia y contención", recoge Sánchez de su boca. Y cuando habla, sacando pecho, de que "las ideas políticas" que transmitió "permanecen en la sociedad", se refiere Zapatero a las políticas que su Gobierno promovió en medio del ruido y que se han naturalizado con la levedad del paso del tiempo: el matrimonio gay, la igualdad entre hombres y mujeres, la violencia de género, la atención a la dependencia, la memoria histórica... Otros le achacan sin embargo que adelantó las políticas woke importadas de las universidades estadounidenses, que revolvió trincheras del pasado, que abrió cajas de truenos y desencadenó polos enfrentados. Zapatero ha sido el único de los siete presidentes que ha sido nombrado con el apellido materno. El feminismo del ZP, el del PZoe y el de España, según su clamor: "Este país se hizo definitivamente feminista", un feminismo cuyo eje espacial luce ahora dividido en una dimensión irrespirable.

Pugna de legitimidades en Cataluña

El PSOE y el PSC estuvieron a punto de escindirse y el federalismo acudió de bálsamo. Era 2003, el mismo año en que Zapatero prometió algo impropio de un experto en Derecho Constitucional: el Estatuto catalán será el que vote el Parlamento. Aquello sirvió para que el PSC de Pascual Maragall compartiera una Generalitat inédita sin CiU y para que España entrara en una espiral de legitimidades, enfrentamientos de los tres poderes, cuestionamiento de la ficción de las instituciones, para desembocar en la proclamación de una Cataluña independiente en octubre de 2017.

Sánchez, autor del libro sobre el Zapatero, cree que el ex presidente tenía en mente una reforma estatutaria en el país "en la que el Estatuto catalán fuera una prioridad, aunque no sé si lo hubiera dicho siendo presidente" y sólo candidato. "Luego lo asumió con todas las consecuencias", remata el periodista y escritor.

Entre el federalismo de 2003 al culmen del procés, dejaron de sentirse las coordenadas del espacio y el tiempo para los españoles y, sobre todo, para los catalanes, que en ésas siguen. Para Zapatero, aunque hubo muchos autores en quienes descargar las responsabilidades, "el principal responsable es el Tribunal Constitucional. "Todo empezó ahí", después de la sentencia de 2006, cuando una parte de Cataluña "vio roto el pacto constitucional". Zapatero celebra que el PP recuperara en 2015 el recurso previo de constitucionalidad a la votación de un referendo y no recurrir al recurso a posteriori, como se hizo entonces, lo que provocó un choque de trenes de legitimidades.

El 'tsunami' económico y el cambio de modelo

No llegó a aprender Zapatero de economía en dos tardes y, tal vez por eso, no previó ni asumió el tsunami de 2008. El crac inmobiliario de EEUU devino en crisis planetaria, siguiendo la tesis del efecto mariposa a lo bestia. El ministro de Economía por aquel entonces, Pedro Solbes, quien negó la crisis tres veces durante el célebre debate televisivo con Manuel Pizarro, habló de "la mentira del dinero en negro y blanco" que había regado a España durante años, favoreciendo, naturalmente, políticas sociales que desaparecieron de la noche a la mañana –los cheques bebé– o impidieron apenas que brotaran –la dependencia–.

En unos meses, cuatro millones de españoles se alistaron al paro. El maremoto social tomó la forma de la tierra de Fukushima que asoló aquel tsunami de 2011. Zapatero, pasado el tiempo, ha asumido las culpas, aunque considera que no dispuso de las herramientas que sí han tenido a su alcance los gobiernos durante la pandemia.

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