La maldición del Brexit se ha cumplido inexorablemente y ha devorado uno tras otro primeros ministros en el Reino Unido. Una lechuga duró más que la primera ministro Liz Truss en el cargo, el más corto en la historia constitucional del Reino Unido, consecuencia de un caos político que provoca una profunda inestabilidad institucional. Apenas unos meses después de convocar el referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido en la UE cayó el primer ministro que lo convocó, David Cameron, posiblemente acabando también con su carrera política. Los múltiples equilibrios que realizó su sucesora Theresa May no sirvieron a esta para protegerse del intenso fuego amigo, dando paso a las bufonadas del probablemente más irresponsable de los primeros ministros, Boris Johnson. A pesar de su alta popularidad, su ambición -que inicialmente le permitió adaptarse camaleónicamente y variar de posición en varios temas- le condujo a un puesto al que no estaba preparado y que no resistió sus farsas, mentiras y fiestas desvergonzadas en plena pandemia. La disparatada propuesta fiscal de Liz Truss fue una de las múltiples causas de su efímero mandato.

Realmente la causa real de la inestabilidad institucional británica es muy sencilla. Quisieron cuadrar el círculo después de la salida de la Unión Europea, como se les había prometido que conseguirían fácilmente y el círculo sigue siendo un círculo y el cuadrado, un cuadrado. Así de sencillo. Quisieron lo mejor de dos mundos, y tuvieron que ver que solo están en uno. Y ese mundo no es fácil y, además, hace mucho frío fuera de la UE. Quisieron restringir la libre circulación de ciudadanos europeos y necesitan mano de obra. Quisieron dejar de ser parte del mercado único y han perdido competitividad. Quisieron erigir una frontera en el canal de la Mancha y la frontera se erigió en Irlanda, separando dos comunidades que después de un largo y sangriento período de enfrentamiento habían empezado a entenderse en el seno de la UE sin fronteras ni barreras. El pasado glorioso no volvió de golpe ni se recompuso el imperio perdido. El círculo no se pudo cuadrar a pesar de las mentiras demagógicas que lo habían asegurado.

En un momento especialmente complejo, el bloque de las democracias occidentales necesita un socio clave, como es el Reino Unido, fuera o dentro de la UE, pero con un gobierno estable que garantice una cierta gobernabilidad interna y capaz de cumplir sus compromisos internacionales.

Además, en el profundo sur necesitamos ese gobierno estable en Reino Unido que genere confianza en los negociadores europeos y que permita, de una vez por todas, avanzar y cerrar el tratado que defina el estatuto europeo de Gibraltar. Bienvenido, Mr. Sunak.

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