Cumbre del clima, ¿sirve para algo?

La elección de Dubái como sede de la conferencia climática pareció desde el principio una elección muy desafortunada

Desde hace algunos días se viene celebrando en Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, la cumbre climática que es más conocida como COP 28. Se trata de la vigesimoctava conferencia de las partes firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, tratado internacional que surgió en la Cumbre de la Tierra de Río en 1992 cuyo objetivo final es estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero a un nivel que impida interferencias inducidas por el hombre peligrosas en el sistema climático. Se trata del primer instrumento en derecho internacional que intenta afrontar el desafío que la comunidad científica venía denunciando desde hace años: el sistema de desarrollo basado en la emisión sin control de gases con efecto invernadero (fundamentalmente CO2) que conduce inexorablemente a una crisis climática de consecuencias catastróficas para la humanidad. A pesar de ese serio aviso, la respuesta generalizada fue ignorar o poner en cuestión el conocimiento científico.

No obstante, desde Naciones Unidas se lleva intentando poner en marcha un marco regulatorio internacional para luchar contra el cambio climático. Desafortunadamente, estamos muy lejos de conseguir los objetivos propuestos. Desde la Cumbre de Río, se aprobaron después el Protocolo de Kioto (1997) y algo más tarde, el Acuerdo de Paris (2015). Con todo, estos instrumentos internacionales no han logrado frenar las emisiones de los gases causantes del cambio climático. Este año 2023 al que le quedan sólo unos días, ha batido dos récords que merecen cierta reflexión: por una parte, ha sido el año con la temperatura media más alta desde que se tienen registros y, por otra parte, es el año con mayor emisión de gases contaminantes (40.900 millones de toneladas según Global Carbon Project).

Por todo ello, la elección de Dubái como sede de la conferencia climática pareció desde el principio una elección muy desafortunada. Las dudas sobre la idoneidad de celebrar una cumbre climática en un petroestado se han aclarado muy pronto. El Sultán al Jaber, ministro de industria de Emiratos Árabes Unidos y presidente de la COP 28, ha negado que la ciencia avale la necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles para combatir el cambio climático. Aunque después ha tratado de matizar su negacionismo climático, creo que su declaración ha dejado bien claro lo erróneo de la decisión tomada. Ha dicho el valiente Secretario General de Naciones Unidas Antonio Guterres que se no se puede combatir el incendio climático con mangueras de combustibles fósiles. En cierto modo, esto es lo que se está tratando de hacer en Dubái. Las cumbres para luchar contra el cambio climático en vez de ser una vía de solución, empiezan a ser parte del problema.

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