Alberto Rodríguez

argallego@europasur.com

El Llano

Los nuevos autobuses arribarán a una Algeciras que jamás ha sido educada para utilizar los medios de transporte públicos

Dicen que el primer arañazo en un coche nuevo es el que más duele. Y por temor a afrontar tan mal trago, he estado más de cuatro años y medio aparcando para ir trabajar en la Avenida Virgen del Carmen de Algeciras, buscando siempre un hueco ancho y evitando a toda costa adentrarme en el Llano Amarillo. La mayoría de las veces me ha supuesto caminar desde la Audiencia, o incluso desde cerca del Corte Inglés, hasta la redacción. Más de una vez y de dos he llegado a mi escritorio después de una apurada caminata con mi habitual paso ligero (por cierto, de ahí viene el título de esta columna).

Esta semana por fin he vuelto -cual hijo pródigo- a la explanada cedida por el Puerto a la ciudad. El primer refregón al parachoques llegó en una invernal y tranquila mañana de domingo en la calle Muro, por supuesto sin nota para arreglar los papeles del seguro. Así que mi mancillado Seat y yo nos adentramos una de estas mañanas en la planicie donde se agolpan los coches de prácticamente todos los que laboramos en el centro.

De repente, el cartel instalado para avisar de que el mercadillo pronto volverá al Llano Amarillo hizo que se me erizara el pelo. Ahora justo que había encontrado la paz mental suficiente como para aparcar entre un mar de vehículos alineados con más o menos acierto, la ciudad se dispone a afrontar los meses en los que "pierde" (y lo digo entre comillas porque en puridad no se puede perder lo que no le pertenece) una gigantesca bolsa de aparcamiento sin apenas alternativas.

Sé que hay una decena de autobuses eléctricos que están por llegar a la ciudad para mejorar el servicio. Pero arribarán a una Algeciras que jamás ha sido educada para utilizar los medios de transporte alternativos al coche porque, digámoslo suavemente, el autobús urbano siempre ha sido una basura. De aquellos coches amarillos y renqueantes de la CTM pasamos en 2009 a una flota con recorridos kilométricos y frecuencias totalmente incompatibles con una movilidad eficiente. ¿De qué sirve esperar media hora un autobús si en coche se tardan cinco minutos? Es la pregunta que todo el mundo se hace o el argumento con el que se enmascaran las excusas para seguir quemando gasolina en el coche. Yo mismo, el primero.

A la vista de las escasas o nulas alternativas de movilidad que se plantean para los próximos meses, en los que lo poco que quede disponible del Llano Amarillo mientras dure la OPE pase a ser un espacio muy disputado para aparcar, tuve la tentación de hacerme con un patinete eléctrico para dejarme caer desde San Bernabé hasta el centro. Imaginarme recogiendo mis dientes en la Fuente del Milenio me hizo descartar la idea. Tocará dar vueltas.

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