Paremos la tragedia en Gaza

El comportamiento de Israel está muy alejado del cumplimiento de sus obligaciones internacionales y su respuesta es desproporcionada

Cada día que pasa es más difícil de asimilar el dolor de la tragedia en Gaza. El nivel de destrucción sobre instalaciones civiles y los números de muertos y heridos entre la población civil nos recuerda los niveles de locura e inhumanidad que se alcanzaron en la Segunda Guerra Civil o bien, más recientemente, con los bombardeos rusos sobre Chechenia, o sobre Alepo en Siria o sobre Ucrania después de la invasión.

Creo que no hay ninguna duda de que Israel tiene bajo el derecho internacional el derecho a la legítima defensa después del ataque sufrido por parte del grupo terrorista Hamás, como en su momento los Estados Unidos tuvieron el derecho a defenderse después del ataque megaterrorista del 11-S (por cierto, fue la primera vez que se activó el artículo 5 del Tratado de Washington, que se basa en la legítima defensa colectiva permitida en la Carta de las Naciones Unidas). No obstante, esta intervención armada por parte de Israel debe ser proporcionada, limitada temporalmente a los objetivos de respuesta y defensa y respetuosa con los principios y reglas del derecho internacional humanitario. La realidad nos muestra un comportamiento de Israel muy alejado del cumplimiento de sus obligaciones internacionales y su respuesta es absolutamente desproporcionada e incumple reiteradamente las disposiciones de los Convenios de Ginebra, columna vertebral del derecho internacional humanitario.

Ante la parálisis del Consejo de Seguridad por el derecho de veto de los Estados Unidos, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución hace unos días pidiendo una tregua humanitaria inmediata. También pide la liberación inmediata e incondicional de todos los civiles cautivos, además de exigir su seguridad, bienestar y trato humano de acuerdo con el derecho internacional. A diferencia del Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones son vinculantes, las resoluciones de la Asamblea General no son de obligatorio cumplimiento, pero, sin embargo, tienen un enorme peso moral ya que representan la voluntad de la comunidad internacional. Los 193 Estados independientes de nuestro planeta están representados en este órgano. La mencionada resolución sólo recibió catorce votos en contra.

Realmente nada justifica la matanza de civiles, incrementar su sufrimiento privándoles de servicios esenciales básicos y de alimentación. Esta acción bárbara sobre Gaza solo traerá más frustración y odio y alejarán la posibilidad de una solución pacífica en Oriente Medio. Desde cualquier humilde rincón del planeta, como el proporcionado por esta columna, toda la sociedad civil tiene que reivindicar el cese inmediato de la violencia, la liberación de todos los rehenes retenidos por Hamás y la búsqueda de un acuerdo de paz basada en la solución de dos Estados.

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