Suele denominarse Generación Z a las personas nacidas entre los años 1997 y 2012. Son la primera generación nativa digital y, según todos los informes, presentan unas características laborales muy definidas. En general, valoran la igualdad de oportunidades en el trabajo y que se establezcan criterios inclusivos y de diversidad. Apuestan por la transparencia y la confianza en quienes lideran la organización. Quieren ser escuchados dentro de la empresa y aspiran a que su pensamiento crítico sea tomado en cuenta. Casi el 78% de los adscritos a este escalón generacional califican de absolutamente vital que sus corporaciones les muestren cierto reconocimiento.

Junto a todas estas pretensiones, hay una que dificulta sobremanera el tradicional esquema organizativo empresarial. Es lo que se llama la ambición callada o quietambition. La idea se resume en que muchos trabajadores jóvenes ya no tienen como prioridad en la vida escalar profesionalmente dentro de la empresa. Ésta deberá buscar, pues, otros estímulos para conservar y jerarquizar sus plantillas. Siendo un fenómeno muy reciente, ello implica una auténtica redefinición del éxito profesional. Ya no se trata de llegar lo más alto posible en el menor tiempo. Los empleados de estas edades están reorientando silenciosamente su ambición hacia su vida personal. El cambio no es intranscendente: en 2025, el 27% de la población activa pertenecerá a este sector de la población.

Un estudio de la plataforma Visier, de agosto de 2023, destaca que sólo el 4% de los empleados considera que ascender a la dirección ejecutiva es uno de sus principales objetivos profesionales. La ambición que sí muestran es la de una vida tranquila, en línea con sus propios valores. Eso, que supone un verdadero problema organizativo, obligará a adoptar nuevas estrategias: así, fomentar la formación continuada dentro de la esfera laboral, aumentar la flexibilidad a la hora de escoger dónde trabajar (en la sede o a distancia) o facilitar una gestión distinta del tiempo de trabajo.

Dicen los expertos que la relación laboral actual es enfermiza y que el estrés está en máximos. Estos jóvenes no están dispuestos a jugar a ese juego. Otorgan el mayor valor a su salud mental y no van a soportar ambientes invivibles por un sueldo mensual, demasiadas veces insatisfactorio. Para ellos el dinero no es la gran meta. Y en esto, a mi juicio, nos llevan una enorme e inteligentísima ventaja.

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