De miradas.

De miradas.

Hay muchos tipos de ellas, seductoras, indiscretas, invasivas, dominantes, de poder, sociales, de amantes, a escondidas, íntimas, provocadoras, inocentes, curiosas. "El alma que hablar puede por los ojos, también puede besar con la mirada", escribía Gustavo Adolfo Bécquer. Admito que soy de los que la mantienen sin pestañear, de frente, hablando con los ojos, sin cortapisas, face to face, lenguaje silencioso pero arrollador.

Con ellas nos hemos enamorado, perdonado, reído, llorado y emocionado. Han formado y forman los segundos, minutos y horas de los días de nuestras vidas. Un juego visual falto de sonidos pero lleno de sensaciones. Cuando las ganas me pueden, no pongo condiciones, asumo el reto y ahora pienso sólo en esos ojos, como ese ángel que no dice nada y que ya  no quiere recordar, aunque recuerda. Pero esa conexión atraviesa mi espina dorsal como ese rayo que entra en el árbol durante la tormenta, mirémonos más, la vida lo vale. Me viene a la cabeza la escena final del cruce de miradas entre Meryl Streep y Clint Eastwood en Los Puentes de Madison. Nos regalaron una actualización maravillosa, sin decir una palabra durante minutos. No tengo nada más que añadir, señoría. He dicho. 

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