La Humanidad no es buena. Vamos a hacer un test muy claro, si usted se alegra viendo sufrir a la madre o el padre de un terrorista sea de dónde fuere, si le alegra su desgracia como una especie de merecimiento, si usted ve a las criaturas de los palestinos y piensa que sus padecimientos son parte insalvable del proceso de la guerra que han empezado “ellos”, si usted no siente conmiseración por las víctimas israelíes asesinadas en sus casas delante de sus hijos más allá de la disputa por el territorio, lo suyo tiene un nombre...

Ya me duele la tinta de condenar los actos terroristas de Hamás. Pero viendo las consecuencias no puedo parar de pensar en Leningrado y en la ilegalidad, en toda regla, de un asedio que no se puede justificar de ninguna manera. Bombardear sin distinguir entre combatientes y población civil, por mucho que ésta y sus viviendas sean utilizadas por asesinos, es un desprestigio para Israel que, ciega de ira, no está calculando, pero prohibir el suministro a una población, incluidas el agua, la energía para mantener los hospitales o hacer pan, no dejar pasar lo básico a un territorio es un crimen inhumano imposible que nos retrotrae a otros momentos indeseados de la Historia.

António Guterres, Secretario General de la ONU, no ha dicho nada que ofenda a la verdad, Israel campa impune sobre las Leyes Internacionales subida a hombros de sus socios poderosos con una patente de corso. Más allá de la comprensión que pueda inspirarnos su sufrimiento de hogaño y antaño, esta “arresponsabilidad” como de niño consentido, este creerse omnipotente y omnisciente es muy peligroso, ya advertía Hobbes de que no hay enemigo pequeño, el atrevimiento puede traer una ruina que afecte a muchos, no sólo a su Estado.

Por mucho que duela, no respetar a nuestro Secretario General y a nuestra institución internacional (aunque esté capada) sitúa a Israel fuera de la democracia y la libertad, aunque de esto saben más, tristemente, los cientos de miles de israelíes que han pasado de una revuelta popular por el deterioro de sus derechos y garantías legales a defender al Estado y de paso a un Gobierno extremista tan fanático como aquéllos a los que pretende eliminar.

Israel debería bombardear su entorno con inversiones, educación, instituciones libres e independientes, opciones de futuro y democracia, porque en estos yacimientos no encuentra su simiente el terrorismo. El problema es que es más corto el camino de la explotación y la violencia, el de cosificar a un pueblo para imponer tu propia Historia. Hamás debe rendirse (sí, ya nos estamos riendo sardónicamente), porque la gente es gente y nada más, y para cualquier ser humano decente las víctimas de este conflicto, por mucho que se disfrace de épica, todas, todas, lo son de gobernantes incapaces y criminales, y nada más.

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