Ya lo dijo Shakira, “te creiste que me heriste y me volviste más dura”. En esa situación de autoafirmación tras el desengaño y la desesperanza podríamos poner al gobierno llanito, que no tiene el arte ni el encanto de la colombiana, pero también sabe cómo no derrumbarse, cómo sobreponerse y cómo sacar lo mejor de lo peor. Eso es innegable. Y tanto la cantante como el chief minister tienen una ventaja sobre el resto de los mortales; no les faltan fondos para financiar sus renacimientos y para pagar a los correspondientes profesionales que sepan vender el nuevo producto.

La cuestión es que todo indicaba que el Brexit supondría inevitablemente el reforzamiento de la Verja, el aislamiento de la roca y la pérdida de los injustos privilegios económicos de la colonia en perjuicio de la comarca que la rodea. Pero no.

Resulta que al final el Brexit va a significar que sea más fácil entrar y echar gasolina o comprar allí y arruinar al de aquí. Y ello porque es prioritario defender al trabajador español que es empleado en la colonia (aunque no obtenga una pensión digna con su trabajo ni tenga en muchos casos derechos laborales), sin que importe que ello puede arruinar al empresario de aquí (y a sus trabajadores). Esa es la prosperidad que compartimos con Gibraltar, sin que sepamos muy bien qué se nos da a cambio después de tantos años de generosidad por nuestra parte.

Y no nos engañemos. La supresión de la Verja que tanto defienden determinados grupos y sectores de financiación desconocida, más que beneficiar a nuestros nacionales trabajadores supondrá una ventaja aún mayor para el gibraltareño que reside en nuestro país sin tributar aquí, usando nuestras carreteras y servicios de todo tipo pero que declara vivir en la roca. Ahora ya mucho mejor sin el engorro de tener que enseñar el carnet ni abrir el maletero. Qué éxito de nuestra diplomacia.

Ejemplos de impactos sumamente negativos por la supresión de fronteras tenemos varios. Poblaciones paraguayas o uruguayas que vieron como sus poblaciones fronterizas se veían afectas en relación a sus vecinas argentinas o brasileñas cuando se estableció la libertad de comercio a raíz del Mercosur.

No es que tengamos que volver a erigir fronteras, sino que se igualen los territorios sin que podamos aceptar que consagremos la desigualdad y el privilegio tributario y económico de Gibraltar. Y seamos encima nosotros los mayores defensores de ello.

Yo aún conservo una última esperanza para que ello no se consume. Y la misma no reside, es evidente, en este Gobierno, sino en el parlamento de Londres. Quizá la única institución que nunca podrá ser comprada por nadie.

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