Aquí habita el olvido

El daño causado requiere otra generación para ser reparado. Los ultras viven de nuestro olvido, de un olvido obligado para las personas sensatas

Que algunos de mis coetáneos se hayan vuelto ultrarreaccionarios no me sorprende. Estamos amortizados, la Parca nos mira afilando. Sí me preocupa ver entre mi alumnado, a menores de edad que hibridan sin inhibición porno hardcore, racismo y posiciones cercanísimas a los experimentos nacional-sindicalistas de la Europa de los 30, todo ello de forma muy gruesa, sin elaboraciones teóricas ni objetivos, una especie de nihilismo analfabruto emanado de las redes sociales. De ellos es el futuro.

No es un fenómeno súbito, lleva años larvándose, mestatatizándose, y ahora comienza a eclosionar. El problema real será dentro de una década cuando ya estén incorporados al poder. La políticarreacción se ha apropiado del lenguaje progresista, la protesta se ha transformado en defensa, la lucha en ataque y los conceptos, que eran el sustento del humanismo ilustrado, ahora, invertidos, deturpados y torcidos, son las referencias hueras de unos ultras que claman por: la libertad política, de expresión, la igualdad, la justicia, el derecho, la unidad, la paz, la convivencia, la crítica a la institución monárquica, a la policía, al ejército... Es decir, una retahíla de parafernalias neonazis vehiculadas en jerigonza neopolítica con el fin de la eliminación del otro.

La otra, el otro que si resulta dañado no es porque ¡tú! le hayas abierto la sesera sino porque se lo merece, porque ha provocado una situación en la que ¡tú! no has apretado el gatillo motu proprio sino que el receptor de la bala es el único culpable. Poco a poco estamos generando una sociedad de psicópatas negadores de la realidad; todos sabemos cuándo causamos dolor, todos nos autoexplicamos nuestras miserias, pero si pasas a justificar la muerte de otros: te has convertido en un asesino, aunque requieras de alguien que te lo diga.

El daño causado requiere otra generación para ser reparado. Los ultras viven de nuestro olvido, de un olvido obligado para las personas sensatas (no hablo sólo de izquierda): del olvido de las fosas sin abrir de la guerra provocada por los sectores afines al nazismo alemán en los 30, del olvido en la Transición de la amnistía de los criminales rectores del franquismo, del olvido de las afinidades de la derecha con sectores ultramontanos, del olvido del papel de la Iglesia (sin entrar en el sexo con la chiquillería), del olvido de los ataques constantes a políticos demócratas usando fondos reservados, del olvido del GAL, del olvido del Majestic, del olvido de la Gürtel, de la libreta de barceniana, del viaje papal levantino, de la F1, de la Guerra de Irak, de las negociaciones con ETA... dejando como guinda el intento vergonzoso de usar a casi 200 muertos y más de 1.600 heridos en una campaña de desprestigio, difamación y desvergüenza absoluta para seguir robando por parte de los que, hoy, reclaman la dignidad total y eliminatoria como prueba de su democratismo; pueden decir lo que quieran, ¡ay si alguien replica!, usted cáyese, no es de bien.

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