ENTREVISTA

Rosa Romojaro: “Recuerdo mi infancia en Algeciras con nostalgia y mucho sentimiento”

La algecireña Rosa Romojaro Montero, poeta, ensayista, crítica literaria e investigadora.

La algecireña Rosa Romojaro Montero, poeta, ensayista, crítica literaria e investigadora. / E.S.

“Saludos algecireños”, dice Rosa Romojaro para despedir nuestra conversación. Poeta, investigadora, escritora, profesora... Recoge el reconocimiento a su prolífica trayectoria literaria, que comenzó redactando un pequeño periódico en su casa natal, la desaparecida Casa de las Muñecas de Algeciras, en el que contaba lo que sucedía allí diariamente.

-A finales de los años 80, recibió una ayuda a la creación literaria del Ministerio de Cultura y ahora acaba de recibir el Premio de las Letras Andaluzas, que se suma a otros muchos y significados galardones. ¿Qué siente cuando recibe estos reconocimientos?

-Siempre mucho agradecimiento y también siempre una gran alegría.

-La Asociación Colegial de Escritores de Andalucía la califica como una de las voces más sólidas y versátiles de la literatura andaluza. ¿Se reconoce?

-Cuando yo leí todo lo que se publicó en los periódicos, con esos adjetivos tan generosos, quise saber quién había escrito todo aquello para darle las gracias personalmente, y cuando pude preguntar me dijeron: todos, todos... Una de las frases que emplearon fue esta que Ud. dice, refiriéndose a mí: Una de las voces más sólidas y versátiles. Para calificar mi voz de esa manera, yo creo que los críticos y escritores atendieron a la totalidad de mis escritos: he tenido una larga carrera como docente tanto en institutos como en Universidad, con una densa y constante trayectoria investigadora desde finales de los años setenta, cuando comencé mi tesis doctoral. Desde ese momento no he parado de investigar y publicar libros y artículos, reconocidos por investigadores y críticos ya que eran producto del estudio minucioso y de la reflexión profunda sobre las materias que he investigado. Todo ello me ha valido para llegar a la meta universitaria, por esa parte, pues, el adjetivo sólido lo admito y lo comparto, ya que he hecho las cosas lo mejor que podía y sabía, siempre con gran esfuerzo. En cuanto a la escritura creativa, he tenido el mismo empeño en hacer las cosas lo mejor posible desde que comencé a escribir. En este sentido ha sido, por otra parte, muy costoso, como digo, llevar todo hacia adelante, siguiendo mis propios principios de calidad y exigencia que me he impuesto a mí misma. A veces he sufrido por tener que dejar a un lado el deseo de estar escribiendo poesía, por ejemplo, y la obligación de cumplir el compromiso de entregar un artículo o un libro de ensayo. Pero todo lo que he hecho ha obedecido a un criterio de exigencia que es por lo que creo que estos escritores consideran que es una obra sólida. En cuanto al otro adjetivo, versátil, lo dicen, pienso también, porque he podido cambiar de registro desde la escritura académica e investigadora, al ensayo o al artículo periodístico, o a la crítica en suplementos culturales, o desde el relato a la novela, junto con la dedicación a la poesía, que es mi deseo más profundo, y en todo he buscado y sentido la misma concentración y la misma exigencia.

"He hecho las cosas lo mejor que podía y sabía, siempre con gran esfuerzo"

Rosa Romojaro, junto a Francisco de la Torre, Manuel Gahete y Arturo Bernal. Rosa Romojaro, junto a Francisco de la Torre, Manuel Gahete y Arturo Bernal.

Rosa Romojaro, junto a Francisco de la Torre, Manuel Gahete y Arturo Bernal. / E.S.

-Poeta, ensayista, escritora, académica, crítica literaria... Todo es literatura, ¿pero en alguna de estas disciplinas se siente más cómoda, más usted que en cualquier otra?

-Creo que el requisito indispensable para mí al escribir es no estar excesivamente dispersa (ha habido muchas ocasiones de gran dispersión: clases, casa, oposiciones…), y disponer del lugar y de la intimidad para hacerlo. Con estos requisitos, cuando he podido estar en algo de escritura plenamente me he entregado también plenamente a ello, como digo. He disfrutado investigando y escribiendo crítica, o relatos, o novela. Pero lo más unido a mí, donde soy más yo, es en la poesía. Cuando me miro a mí y al mundo e intento escribir sobre lo que descubro. Es donde quiero estar ya.

"Lo más unido a mí, donde soy más yo, es en la poesía"

Rosa Romojaro recibe un reconocimiento en el Ayuntamiento de Algeciras en 2016. Rosa Romojaro recibe un reconocimiento en el Ayuntamiento de Algeciras en 2016.

Rosa Romojaro recibe un reconocimiento en el Ayuntamiento de Algeciras en 2016. / Andrés Carrasco

-Su padre fue conocido como médico de los pobres porque atendía a los algecireños menos favorecidos económicamente. ¿Se siente comprometida en su ejercicio literario por un compromiso social?

-Yo sabía que mi padre, en esas visitas que hacía a los enfermos tras acabar la consulta en la casa, en vez de recibir, dejaba allí dinero, pero no sabía que le llamaban el médico de los pobres. Lo supe en la primera clase del primer curso que di en la Universidad de Málaga: era un curso muy numeroso, de Crítica Literaria, y al terminar la clase, se me acercó una alumna y me preguntó si yo era la hija del Dr. Romojaro, el médico de los pobres. No sabe la emoción que me dio. Y qué emoción me da ahora que recuerdo aquel día. En cuanto a mí, creo que he sido siempre, desde niña incluso, una mujer comprometida. Y en cuanto a mi escritura, pienso que el compromiso está en poner todo de mi parte, en la honradez, y en no traicionarme a mí misma.

-Su infancia transcurre en la que se conocía como Casa de las Muñecas, en Algeciras, en la calle Convento. ¿Cómo recuerda sus primeros años de vida en Algeciras?

-Sí, allí vivimos, y allí tenía mi padre la consulta médica, dentro de la casa. Pronto mis padres acogieron a la madre de mi padre, mi abuela Paz, y a la hermana mayor de mi madre, mi tía Rosa, casi otra abuela para mí, de modo que entre las habitaciones que necesitaba mi padre para la consulta (sala de se espera, clínica, despacho…) y los dormitorios de los mayores, los niños nos quedamos sin habitación de juegos y estudio, e incluso sin dormitorio, así que me recuerdo jugando en la azotea -mi hermano pronto fue a un colegio interno en Málaga- , entre tejados, o encaramada en ellos, o en el descansillo que conducía a esta azotea, primero jugando y, muy pronto, también leyendo (allí, entre aquellos tejados también a dos aguas, como los mares que veía desde ellos, me hice una gran lectora). En el mismo edificio (tristemente desaparecido) vivían también otros médicos, uno en la misma planta (el Dr. Maza) y en el patio de entrada otro médico tenía allí la consulta (el Dr. Burbano) y, enfrente, había un almacén de alimentos. En este patio también me recuerdo jugando a la rayuela en sus baldosas blancas y negras… Recuerdo a los amiguitos de entonces, el parque, dónde íbamos con una niñera, la playa de El Rinconcillo, el antiguo Club Náutico, donde aprendimos a nadar en aquellas aguas verde oscuro, en pleno Puerto, y la posibilidad de andar sin temores, solos o en pandillitas, por las calles desde muy pequeños. Ya de adolescentes tomábamos la calle San Antonio, al anochecer, para jugar a Bandera y, a veces, el padre de una de las amigas, también médico, que le gustaba escuchar música y estar tranquilo, sin que lo supiéramos, cuando se cansaba de nuestras voces, llamaba al policía que estaba en la puerta del Ayuntamiento para que nos echara de allí. En fin, a pesar de muchas cosas inentendibles para los niños, y quizás más para las niñas, que sucedían en las infancias de aquella época, sobre todo desde la perspectiva de hoy, recuerdo aquellos años, aquella edad de la inocencia, con nostalgia y mucho sentimiento.

"Allí, entre aquellos tejados también a dos aguas, como los mares que veía desde ellos, me hice una gran lectora"

-Comparte con el poeta José Luis Cano el gusto por la literatura, ciudad de nacimiento (Algeciras) y de residencia (Málaga). ¿Siente que más allá de los homenajes, se hace un insuficiente análisis y valoración de sus obras en ambas ciudades?

-Para lo poco que me he movido y me muevo en cuestiones de difusión de mi obra, no. Yo pensaba que, al jubilarme en la Universidad, me iba a dedicar más tiempo a escribir y a preocuparme de difundir un poco más mis libros, pero tras la Medalla de Oro que me otorgaron en el Ateneo de Málaga en 2021, me pidieron que ocupara la Vocalía de Poesía del Ateneo y, agradecida, acepté; y en esta misión estoy empleando gran parte de mi tiempo desde hace más de dos años (también una entrega muy absorbente). Pero a pesar de todo, de no dedicarme apenas a promover mis libros, he tenido y sigo teniendo reconocimientos para mí muy importantes en ambas ciudades. Creo que me siento querida y respetada tanto en Málaga como en Algeciras.

Rosa Romojano, en una entrevista concedida al Grupo Joly en 2008. Rosa Romojano, en una entrevista concedida al Grupo Joly en 2008.

Rosa Romojano, en una entrevista concedida al Grupo Joly en 2008. / E.S.

-Casi coetánea de Paco de Lucía. La ciudad que disfruta en la década de los 50 del siglo pasado tenía río y tenía más vistas al mar. ¿Algeciras es el centro urbano o para entenderla hay que recorrerla en sus barriadas?

-Sí, yo le vi tocar cuando éramos jóvenes, veintipocos años, en el Parque de Algeciras. Maravilloso. Yo había venido a pasar el verano en casa de mis padres, y lo saludé para decirle que su padre me había dado unas clases de guitarra cuando era niña. Me habla del río de la Miel. Sobre todo recuerdo el mal olor que daba a la ciudad toda su desembocadura, un olor que nos acompañaba adonde fuéramos. No sé bien cuándo lo soterraron y derivaron su curso hacia otro lugar, pero en los años sesenta todavía permanecía. Río, por otra parte, muy bonito, donde se reflejaban, también los estupendos edificios de sus márgenes, que ahora tampoco existen. Creo que estaba el alcalde Emilio Lledó cuando comenzaron las obras de soterramiento, o eso me llegó a mí ya viviendo fuera de Algeciras. Hablando de barriadas, yo recuerdo sobre todo la ciudad antigua, las barriadas del Secano, la Piñera, la Bajadilla… y sobre todo las barriadas donde había cine, como el cine Fuente Nueva, el Florida, y ya en el centro, el Casino Cinema y el Almanzor; y los de verano, el Delicias, el Avenida, el Sevilla… Todos son recuerdos. En este sentido, hubo una temporada que casi iba al cine diariamente. Mi recuerdo de Algeciras cuando niña y adolescente engloba también estas barriadas, barriadas a las que yo acudía por distintos motivos, como era, como digo, el cine, o bien porque tuviera que atravesar la ciudad para ir a una clase de inglés que me daba un profesor que vivía en una calle del otro margen del río; también recuerdo el trayecto hacia el Club Náutico, andando o en bicicleta, o un poco ya más mayor, caminando hacia El Rinconcillo o hacia Palmones -siempre fui una niña muy andarina, para aquellos años, excesivamente andarina-, de modo que creo que para mí, aparte del centro, tenían mucha presencia las barriadas, y entre ellas también la zona del Puerto, que creo que es la imagen que más sale en lo que escribo: el Puerto, las dársenas, los muelles, la plaza de abastos… También viví los nombres de las barriadas por las visitas médicas que hacía mi padre a ellas, normalmente acompañado de mi madre, cuando acababa la consulta en la casa. Imagino que para los niños y adolescentes que viven ahora en Algeciras también habrá barriadas con significaciones que tengan que ver con sus propias vidas. Yo creo, al fin, que no existe ciudad sin barriadas y que, en muchas ocasiones, ellas son las que imprimen carácter a la ciudad; es más, pienso que el centro también puede llegar a considerarse un barrio, otra parte del todo. Ahora, cuando voy a Algeciras, vivo fundamentalmente este centro y el Paseo Marítimo, o sea, el mar: las dos zonas donde tengo familia. Incluso a veces he venido a un hotelito en la playa de El Rinconcillo para rememorar aquella arena blanca de mi niñez.

"Vi tocar a Paco de Lucía cuando éramos jóvenes, veintipocos años, en el Parque de Algeciras. Maravilloso"

- ¿Cómo y cuando crece en usted el interés por la literatura?

-Como le he comentado, me hice desde muy pronto una buena lectora entre los tejados de la azotea de la Casa de las Muñecas (por cierto, cuando éramos niños mi hermano y yo, bajábamos por los tejados que daban a la calle San Antonio y nos abrazábamos a los grandes medio-relieves del friso alto de la fachada, que yo creo que es por lo que llamaban al edificio Casa de las muñecas). También recuerdo que, de muy niña, hacía unos periódicos de formato pequeño con todo lo que ocurría durante el día en la casa de mis padres y cuando ellos llegaban por la noche yo se los leía; un poco más adelante comencé a llevar unos cuadernos diarios donde expresaba lo que me sucedía y sentía, y ya en los primeros cursos de la carrera comencé a publicar relatos en revistas universitarias. Así que comencé escribiendo prosa. La poesía llegó luego, o como una necesidad.

Rosa Romojano durante la Feria del Libro de Algeciras de 2016. Rosa Romojano durante la Feria del Libro de Algeciras de 2016.

Rosa Romojano durante la Feria del Libro de Algeciras de 2016. / Erasmo Fenoy

-¿Es la literatura, al igual que el arte, aquello que dota de profundidad y cierto sentido a la vida?, como se preguntaba Sebastián Gámez Millán en su crítica de su libro 'Puntos de fuga'.

-Hay una cita de Graham Greene que recuerdo muy a menudo y con la que estoy de acuerdo (es de Vías de escape, un libro que leí a principios de los noventa), que dice que no se explica cómo se las arreglan los que no escriben, componen o pintan para escapar de la locura, la melancolía o el terror pánico inherente a la condición humana. Yo también me lo pregunto.

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