Reseña literaria

Municipios y toponimia española

  • Benjamín Hernández Blázquez ha publicado un libro más que interesante, dedicado a los orígenes de los nombres de nuestros pueblos

Benjamín Hernández Blázquez y la portada de su libro.

Benjamín Hernández Blázquez y la portada de su libro.

El diccionario ideológico de Julio Casares se limita a decir que la toponimia es el “estudio de los nombres propios de lugar”; del sitio o del paraje, de la población, ciudad, villa o aldea, como aclara en donde corresponde, extendiéndose en las numerosas acepciones que admite el término. Es interesante observar que dice “de lugar” y no “del lugar”, como quizás cabría esperar dijera un espíritu poco riguroso. “Del lugar” trasladaría a una posición concreta, restringida al espacio físico que se circunscribe al sujeto. Sin embargo, “de lugar” permite presumir que se refiere a algo más general y más amplio; que sitúa, más que concreta.

La pérdida del estudio de las lenguas clásicas, del griego y del latín, ha empeorado la comprensión, ya limitada por las dejaciones formativas de los sistemas educativos, de las palabras del vocabulario de la propia lengua. Causas de naturaleza política y social han contribuido además a la desorientación respecto al origen, sobre todo, de los nombres propios. En España tenemos el añadido de la raíz árabe de muchos de ellos o de cosas, en especial cuando éstas corresponden a objetos o instrumentos relacionados con las tareas domésticas. Denominaciones no pocas veces alteradas por las hablas regionales. Un ejemplo muy significativo es la palabra aljofifa, que derivada del término andalusí: alaffífa (esponja), se convierte en Andalucía, en jocifa o en jofifa.

Benjamín Hernández Blázquez, compañero de la Universidad Complutense, que durante muchos años dirigió la Escuela de Estadística –una institución muy ligada a la formación de estadísticos consagrados al ámbito de la sociología aplicada– ha publicado (Círculo Rojo, 2023) un libro más que interesante, dedicado a los orígenes de los nombres de nuestros pueblos: Municipios y Toponimia Española. En el Campo de Gibraltar estamos muy familiarizados con los nuestros, debido a la fortuna que tenemos de poseer un grupo de investigadores, historiadores e intelectuales que se han molestado en darnos la oportunidad de estar al día sobre la evolución y el desarrollo de nuestras ciudades. El Instituto de Estudios Campogibraltareños y su órgano de expresión, la revista Almoraima, son, al respecto, las joyas de la corona.

No obstante el libro del prof. Hernández Blázquez, conocido divulgador de lo cotidiano y aglutinador de contertulios, nos abre el horizonte. No solamente se refiere a la toponimia en sí misma, a través de un amplio recorrido por la geografía española, sino que se detiene en detalles que ilustran la pequeña historia próxima de entidades que requieren que se cuente algo más sobre ellas. Diputaciones, cabildos, mancomunidades, comarcas, áreas metropolitanas e incluso entidades locales de menor alcance, participan de la atención prestada por el autor.

Variados cuadros y consideraciones de carácter cuantitativo y de relativización permiten observar las singularidades interterritoriales y del tejido nacional. En uno de esos cuadros se contabilizan los municipios desaparecidos en los ochenta primeros años del siglo XX, un total de 1.476, con provincias como Albacete y Murcia, en las que no desapareció ninguno, o como Huesca y Soria, donde desaparecieron, respectivamente, 186 y 160. En la provincia de Cádiz hay siete municipios con la coletilla “de la Frontera” de los dieciséis que hay en España, incluyendo a Frontera, tal cual, que es el nombre de un municipio tinerfeños.

En el libro se destaca la singularidad del cambio, desde la espectacular: Real Villa de la Isla del León a San Fernando, en 1842, y del no menos sonoro de Santa María de Guadalupe del Algar por el de Algar; ocurrencia del general Espartero que tenía la fijación de acortar nombres en la medida que se lo permitía la ocasión. Un significativo índice, el Promedio Territorial Municipal (PTM), que se obtiene dividiendo la superficie de la provincia por el número de municipios y permite tener una idea de la magnitud relativa de aquellos, arroja para Cádiz el número 165,24, uno de los más altos de España.

El libro está espléndidamente prologado por Jesús Sánchez Lobato, catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense y se constituye por sus aportaciones al contexto en el que se desarrolla el libro, en una parte consustancial a su contenido.

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